Vistas de página en total

lunes, 25 de febrero de 2013

Reversionando Mitos



Django Unchained


Tuve que taparme los ojos. Muchas veces. También los oídos de a ratos, porque es fácil imaginarse milimétricamente qué estaba pasando en la pantalla por los atemorizantes sonidos perfectamente sincopados de toda buena película de Quentin Tarantino.
         Una larga lista de joyas sangrientas retratando batallas en marcos socio- históricos diversos nunca nos hicieron dudar del eruditismo de este director fetichista (¿Y ahora qué? Ah, sí, su pasión postergada: el spaghetti western). Sin olvidarse de los grandes que le dieron inspiración, Tarantino invitó a Franco Nero a participar de esta diferente historia de venganza. Django Unchained refleja la esclavitud en el Deep South con un twist (no el que bailaron Vincent Vega y Mia Wallace); esta vez los negros tienen voz, aunque la D sea silenciosa.
         De todos modos, hay marcas Tarantinescas que puede reconocer cualquier buen espectador de estas películas. A saber, las trompetas y el ritmo de ranchera lenta acompaña la victoria del personaje principal, y cada vez que se enfocan los ojos de un personaje, éste se remonta a un recuerdo pasado, seguramente traumático para él y para el espectador, que será un festival de sangre y sadismo. También se puede aseverar que las películas de Tarantino que se sitúan en un pasado histórico suelen revalorizar los paradigmas establecidos y reivindicar a la víctima o perdedor. En Inglourious Basterds ganan los judíos y en Django el bueno es el alemán que ama a los negros.

         De la misma manera en la que Bill formula uno de los interrogantes más ingeniosos de la historia del cine, concerniente a la diferencia entre Superman y todos los demás superhéroes, en Django Unchained se inquiere y se trata de responder el porqué del servilismo de los esclavos. Si se sabían más fuertes y más aptos que sus amos blancos, ¿Por qué no se rebelaban? Este es el punto álgido que despertó protestas de algunos miembros de la población negra de Estados Unidos.
         También, esta película cuenta con una estética cuidadísima, carnavalesca pero adictiva. Y el humor no falta. Es una alegría que al menos un norteamericano se ría de las idioteces que se convirtieron en institución en ese país (e.g. the Ku Klux Klan),  que ha dado lugar a tantas otras instituciones de origen dudoso y parodiable.
         Sin embargo, hay pequeñas diferencias. Django está bien documentada. Es un trabajo digno de historiador. Por primera vez en la carrera de Tarantino no hay exageración en la cantidad de dolor inflingido en cuerpos humanos, porque los castigos aplicados a los esclavos en el film guardan una relación fidedigna con los hechos. Esto pasó de verdad. Esta vez la violencia de Tarantino no nos causa tanta gracia. Es por eso que Django es una película única dentro del repertorio de Quentin Tarantino. Por fin pudo aferrarse a un hecho histórico que le permitió  derrochar sangre a diestra y siniestra sin una vez faltarle el respeto al verosímil.
         Ah, y kudos, otra vez a Christoph Waltz. ¿Hay algo que este hombre no sea capaz de hacer?
                                                                                             Prim Prudish

No hay comentarios:

Publicar un comentario