Django Unchained
Tuve que
taparme los ojos. Muchas veces. También los oídos de a ratos, porque es fácil
imaginarse milimétricamente qué estaba pasando en la pantalla por los
atemorizantes sonidos perfectamente sincopados de toda buena película de
Quentin Tarantino.
Una larga lista de joyas sangrientas
retratando batallas en marcos socio- históricos diversos nunca nos hicieron
dudar del eruditismo de este director fetichista (¿Y ahora qué? Ah, sí, su
pasión postergada: el spaghetti western). Sin olvidarse de los grandes que le
dieron inspiración, Tarantino invitó a Franco Nero a participar de esta
diferente historia de venganza. Django
Unchained refleja la esclavitud en el Deep South con un twist (no el que
bailaron Vincent Vega y Mia Wallace); esta vez los negros tienen voz, aunque la
D sea silenciosa.
De todos modos, hay marcas
Tarantinescas que puede reconocer cualquier buen espectador de estas películas.
A saber, las trompetas y el ritmo de ranchera lenta acompaña la victoria del personaje
principal, y cada vez que se enfocan los ojos de un personaje, éste se remonta
a un recuerdo pasado, seguramente traumático para él y para el espectador, que
será un festival de sangre y sadismo. También se puede aseverar que las
películas de Tarantino que se sitúan en un pasado histórico suelen revalorizar
los paradigmas establecidos y reivindicar a la víctima o perdedor. En Inglourious Basterds ganan los judíos y
en Django el bueno es el alemán que
ama a los negros.
De la misma manera en la que Bill
formula uno de los interrogantes más ingeniosos de la historia del cine,
concerniente a la diferencia entre Superman y todos los demás superhéroes, en Django Unchained se inquiere y se trata
de responder el porqué del servilismo de los esclavos. Si se sabían más fuertes
y más aptos que sus amos blancos, ¿Por qué no se rebelaban? Este es el punto
álgido que despertó protestas de algunos miembros de la población negra de
Estados Unidos.
También, esta película cuenta con una
estética cuidadísima, carnavalesca pero adictiva. Y el humor no falta. Es una
alegría que al menos un norteamericano se ría de las idioteces que se
convirtieron en institución en ese país (e.g. the Ku Klux Klan), que ha dado lugar a tantas otras
instituciones de origen dudoso y parodiable.
Sin embargo, hay pequeñas diferencias. Django está bien documentada. Es un
trabajo digno de historiador. Por primera vez en la carrera de Tarantino no hay
exageración en la cantidad de dolor inflingido en cuerpos humanos, porque los
castigos aplicados a los esclavos en el film guardan una relación fidedigna con
los hechos. Esto pasó de verdad. Esta vez la violencia de Tarantino no nos
causa tanta gracia. Es por eso que Django
es una película única dentro del repertorio de Quentin Tarantino. Por fin pudo
aferrarse a un hecho histórico que le permitió
derrochar sangre a diestra y siniestra sin una vez faltarle el respeto
al verosímil.
Ah, y kudos, otra vez a Christoph
Waltz. ¿Hay algo que este hombre no sea capaz de hacer?
Prim Prudish
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