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lunes, 4 de marzo de 2013

Fascismo e Indulgencia.



 Pachamama- Villa Crespo


Cada día más se arraiga en mí la idea de la concordancia entre la espiritualidad y el fascismo: cada vez que voy a un lugar donde impera la buena onda ésta es inducida por medios coercitivos casi violentos. Si Stalin estuviese vivo amaría estos lugares. Y los dueños de estos antros, en general grupos cooperativos, no tienen reparos en ejercer su verdad con vehemencia al tiempo que depositan en terceros de afuera, en el otro, al enemigo. Vayamos a los hechos.
Un clásico: Vecinos mala onda

El otro día luego de un excelente concierto de Acorazado Potemkin en Ultra fui con una conocida, un conocido y una muy conocida a un lugar llamado, ¡oh casualidad! Pachamama, sito éste en el barrio Porteño de Villa Crespo. Ni bien entramos,  nos dijeron que teníamos que hablar bajo porque los vecinos habían tirado lavandina a la gente. Me pareció sensato entrar hablando bajito, ya que eran las dos de la mañana, y me pareció sensato también que los vecinos quisieran dormir.

No bien entramos, un poeta venido de los años ochenta presentaba a un músico venido de los ochenta también. Nosotros charlábamos alegremente cuando nos comenzaron a chistar para que nos calláramos.  Bajamos el tono de voz. La gente chasqueaba los dedos y nos miraba mal. Estaba desconcertado.
La gente nos seguía chistando, seguíamos bajando la voz, la gente seguía chasqueando los dedos, nos seguían mirando mal. Finalmente entendí: uno de los dueños, en un tono digno del maestro Stalin nos conminó a callarnos si no queríamos tener problemas. Desde el escenario también partieron amenazas apenas veladas: nos retiramos al patio, donde también tratamos de hablar pero no lo logramos: todo el tiempo nos chistaban o venía alguien a decirnos que teníamos que callarnos para no joder a los fachos de los vecinos. En las pocas palabras que pude intercambiar me enteré de que los chasquidos son los aplausos que se dan en el lugar para aplaudir a los artistas sin molestar a los vecinos, que en esa casa el artista es sagrado y no se puede habar durante su actuación (so pena de que Stalin te eche del establecimiento), que las francesas en bicicleta pueden ser muy lindas, que el sexo va irremediablemente a un sujeto sin género definido y que me gusta la tertulia.

Entonces las preguntas: ¿Por qué esta gente que dice que tiene buena onda decide hacer sus experiencias artísticas y sociales en lugares donde molestan al prójimo, que es lo que ellos pregonan: el amor al prójimo? ¿Cuál es la gracia del arte en voz queda cuando tiene que ser un grito? ¿Cuál es la gracia de una tertulia sin palabras? ¿Purifica una lluvia de lavandina? ¿Existe el fascismo de la buena onda?

Como había muchas chicas lindas quizás vuelva al lugar a pregonar la vida libertaria y el sexo libre. Nunca se sabe. La empanda seguramente vegetariana que comí estaba muy rica, ocho puntos.

                                                                         Harbecht Susan Romero

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