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jueves, 30 de mayo de 2013

Arisca



Cat Power en el Teatro Coliseo


¿Qué nos pasa cuando vemos a una artista atractiva,- sí- sensual,  – sí-  poderosa, - sí- con gente anteojuda aullándole sus letras, que se tambalea y llora sobre el escenario?
¿Qué pasa cuándo la admiración verdosa y venenosa tiñe toda nuestra envidia de un azul pálido, producto de la conmiseración?
Todos saben que odio a las mujeres que expresan su arte libremente, pero creo que se puede seguir trabajando sobre ese axioma. Odio a todas las mujeres felices. Eso es más correcto.
Charlyn Marshall se presentó con una voz límpida, a pesar del whiskey, y no, no fue suficiente para hacerse odiar. Eran las lágrimas, las corridas atrás de las bambalinas – según unos a sonarse al nariz;  a ver a Mr. Blow otros sostienen - y el movimiento oscilante libre de todo cálculo, y tal vez consecuencia de un golpe; todos factores que la hicieron destinataria de mi elegía. No es suficiente entonces subirse a un escenario y hacer vibrar gente bienoliente para producir envidia.

No fue un show frío. Pero hubo tintes abandónicos. La banda giró 3 compases de más hasta que ella emergiera; y cuando Charlyn se topó con un público educado, cada uno sentado en su rigurosa butaca, los instó a pararse con un ademán de las dos manos. Y no salieron todos corriendo como desatados. Caminaron ligero, pero con reservas hacia el escenario para disfrutar de su voz aterciopelada más de cerca.
La primera parte del show fue mala. Redondamente. Se escuchaba con saturación, ella lloraba, y los músicos no se oían al nivel de Chan. Según las malas lenguas- que son siempre las de la prensa-, una de las peores bandas que supo acompañarla.
En la segunda parte del show, ya todo se oía mejor; no había frituras indeseables, y los ojos de Charlyn estaban libres de nubes. ¡Bah! Jamás me mostraría tan vulnerable ante un público. Hasta se la vio sonreir en “I Don’t Blame You” y para el final, con “Ruin”.
Yo sonreí también; porque no sentí envidia. ¡Nunca me voy a sentir así! ¿Quién puede tener valor para semejante confrontación, y encima respaldada por una imaginería gatuna?
En eso abro la cartera y veo varios gatitos impresos en un bolso, que me miran, agazapados, listos para saltar.
Creo que me fui del teatro admirándola un poco.

Hartobia

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