En exclusiva, A. Gasalla no nos habla ni de los 60s, ni del café concert, ni de Nacha Guevara, ni de Carlos Perciavalle.
A. Gasalla nos recibe
en el bar del piso 29 del Hotel de Las Naciones en calle Corrientes. Mientras
vamos a su encuentro, nos cruzamos en el Lobby al gran Carlos Salvador Bilardo
saliendo del mismo con dos chicas que entre ambas no suman su edad, y una caja
de Barón B bajo el brazo.
Sí que Pega la Experiencia: En sus últimas apariciones en
televisión y espectáculos teatrales, se lo ha visto con un peinado muy parecido
al de Robert Smith de The Cure. ¿Usted ha tenido alguna influencia del rock en
la composición de sus personajes?
A. Gasalla: ¡Uy! Me descubrieron. ¡Qué sorpresa! ¿En serio
quieren que les cuente?
Sí que Pega la Experiencia: Sí, por favor.
A. G. : Bueno, cuando yo empecé con esta boludez del café
concert, con la poca plata que pude juntar en las primeras temporadas, nos
fuimos con mi amigo Marcelo a Brasil. Terminamos en el Copacabana Palace, donde
había un flaquito, medio jetón siempre rodeado de supermodelos. Resultó ser
Mick Jagger, de una banda de rock. Con Marcelo nos encantaba volver en Julio,
cada año, y se ve que a este Jagger también porque lo empezamos a ver todos los
años. Y, claro, en esa época se venían todos, para escaparle al frío de Europa.
Justamente, en una de
esas veces que me lo crucé, Jagger me recomendó que escuchara a David Bowie,
que se estaba poniendo de moda. Habrá sido el año 74, o 75. Obviamente escuché
a Bowie y terminé copiándole las hombreras, esos maravillosos trajes con
lentejuelas.
SQPLE: Pero, ¿y el corte de pelo?
A. G. : No se adelante, señorita, que estoy contando. Lo que
fue un revuelo fue el tema de las polleras. En esos días, Bowie me vino con una
revelación; me dijo que tenía que escuchar a unos pendejos que hacían un
bochinche bárbaro, los New York Dolls. Se pintaban que daba calambre. De ellos
también aprendí un truco o dos sobre las medibachas. Si sabrán ellos. Después
se murió el muchacho, el que cantaba; una pena.
SQPLE: ¿Y quiénes más iban a esos encuentros?
A. G: Había otro muchacho, también, que caía en pollera al
Palace. ¿Rod?, Lou, Luu, Red, ¿Red Reed?, ¡Red Steward!; no, Lee Roward, ¿Lou
Rod? Ya ni me acuerdo. Pero teníamos un mozo,
ahí en el bar, Ramao, que siempre estaba pidiéndole a este muchacho que se
pusiera ropa decente. Le quedaban feas las polleras. No las sabía llevar. Pero
esos rulitos… Sí que me gustaba ese pelo.
SQPLE: ¿Y cuándo llegamos al tema del cabello?
A. G. : ¡Momentito! Hubo un tiempo en que no vi a estos
muchachos del rock por un tiempo, porque empecé a ir a Punta del Este, para
hacer temporada. Pero a mediados de los 80s me peleé con Gerardo y volví al
Copacabana. Ahí me dí cuenta de la
mierda que era el mundo del café concert y las vedettes. Las cosas habían cambiado mucho. Apareció un
gordito, muy simpático, que tenía una banda. Hacía canciones bastante pegadizas
pero con unas letras de rebuscadas- vaya uno a saber qué le pasaba. Era muy
divertido, igual; comía como un animal (eso nos contaba Ramao). Ese gordito me
inspiró con su apariencia, en donde había un balance perfecto de desilusión,
angustia, maquillaje y, por supuesto, ese pelo electrizado: un elemento crucial
para que yo compusiera a algunos de mis personajes.
SOPLE: ¿Y qué más encontró
en el año 85?
A.G. : Mick Jagger nunca
faltaba, pero me acuerdo especialmente de uno jovencito, muy enojado con su
disquera. ¡De nervioso ese muchacho! Necesitaba urgente salir, ¿no? a tomar
aire, no sé, salir, afuera, digo, ¿no? Eso sí, siempre tostado. George Michael
creo que se llamaba. ¿Saben qué fue de él?
SOPLE: No ni idea. Una
última pregunta. ¿Cómo fue que usted se convirtió en un adjetivo?
Sin una palabra más, el ascensorista del hotel nos
vino a buscar, tras una seña certera de A. Gasalla, teniendo que retirarnos del
suntuoso bar del piso 29, quizás por la fuerza.
Prim
Prudish & Rusky
No hay comentarios:
Publicar un comentario