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martes, 27 de noviembre de 2012

Cómo Llegar Tarde a una Muestra y Descubrir el Gen de la Idiotez



 Sobre el Arte y la Belleza en la Avenida Santa Fe


El jueves pasado me ocurrió lo que me suele ocurrir una vez cada dos o tres años: fui a la inauguración de una muestra de fotografía 25 horas más tarde de lo indicado. Siempre llego una hora después de lo previsto ya que me cansé de ser el primero en los eventos; ahora, esto de llegar exactamente un día y una hora después es de la más absoluta torpeza cognoscitiva. Anoté viernes en lugar de jueves en mi libreta. En fin, un verdadero opa.

De todos modos, a pesar que la galería en cuestión estaba cerrada y no pude ver la obra de mi amiga CGL, pude ver las muestras de 17 galerías emergentes e incluso participar de tres inauguraciones a las que no fui invitado. Te cuento: el arte expuesto en las galerías de la galería El Liceo no modificó mi vida en lo más mínimo: no disfruté de alguna forma de deleite estético, ni se apoderaron de mi mente agudas reflexiones sesudas o aleccionadoras, ni me horroricé ante la banalidad del arte contemporáneo, y al fin, en definitiva, nada de nada me transformó en un ser distinto, superior o inferior.

Aunque esto no es del todo cierto.
Siendo un poco más honesto, podría decir que las cervezas premium gratis y las chicas hermosas que pululaban en este centro de concentración de chicos y chicas ricas subvencionadas por la tradicional clase alta y media alta argentina, o sea, por sus papis, me embriagaron de belleza y reflexiones, no muy agudas éstas, para ser sinceros. Seamos justos: tomarse una cerveza gratis y ver pasar chicas hermosas y jóvenes una tarde de primavera puede ser encantador.

domingo, 25 de noviembre de 2012

¡Qué Plato, Jarvis!



   Pulp en el Luna Park     


         Si hay algo que me gusta es que me cuenten un cuento. Y lo que hizo la noche del 21 de Noviembre Jarvis Cocker y su banda fue exactamente eso: le puso estructura narrativa a su repertorio. ¿Por qué se valora hoy lo narrativo en una banda como Pulp? Porque Jarvis canta todas nuestras historias en sus canciones, aúlla nuestras penas en una entonación nostálgica e invita a festejar que al menos fuimos parte de un pasado bastante caótico.
Foto: Gentileza Lalu Spies
         Cocker, a diferencia de todo el resto de su banda, se salió del molde e inundó el recital de intentos de diálogo con el público. Esto dio un marco al recital, del cual nos pudimos escapar sólo en ocasiones, pero también resultó tedioso al principio, cuando nos vimos obligados a leer frases láser mal traducidas del inglés; especialmente incómodas de contestar y leer si uno esperaba ilusamente que el recital estuviera por abrir.
         Pero Jarvis al menos se tomó la (¿inútil?) molestia de aprenderse unas cuantas frases coloquiales y expresiones idiomáticas en castellano rioplatense para adular al público. ¿Esto sumó o restó? A decir verdad, dentro del marco narrativo, venía al caso que Jarvis dijera “Ropa Interior”. Pero el abusarse del coloquialismo nos llevó a esperar que exclamara “¡Qué plato!”, o “La mar en coche.” El culpable fue la persona que le regaló un librito infame, presuntamente sobre cómo usar los lugares comunes del castellano y hacer del discurso algo corriente. Lo que no sabe Jarvis es que este acto ha ido en contra de su característica elegancia y clase. Inconscientemente, su acento y la comicidad inherente a su raza esterlina lo hicieron evitar clichés, y hasta sonar refinado (“that’s why I’m so fluent”). Otro detalle simpático: había una chimenea en una pantalla, siempre ardiendo. “Are you warm enough?” Claro que sí. Y esta pregunta nos lleva a crear el clima del cuento que nos cuenta Jarvis.

viernes, 23 de noviembre de 2012

¡Es el Capitalismo, Estúpido!



 


¿Por qué leer Con los Perdedores del Mejor de los Mundos del periodista alemán Günter Wallraff?



Estaba leyendo el libro Con los Perdedores del Mejor de los Mundos del periodista alemán Günter Wallraff y a medida que avanzaba me quedaba con la boca abierta (de asombro) y no terminaba de entender muy bien por qué.  Si habla de temas que bien entendemos como obvios en Argentina, como ser la corrupción, la desidia estatal, los pobres sin vivienda,  los trabajadores que aún así son pobres, el trabajo basura que hay hoy para los jóvenes (y no tanto), la explotación de los pobres por los terratenientes del post capitalismo al estilo del primer capitalismo,  el racismo y la discriminación,  el poder a nivel global de las empresas oligopólicas, etc.
Si sabía y entendía previamente de qué hablaba ¿por qué me conmovió? Me detuve pues a tratar de entenderlo.
 
Entonces.

Primero, el enfoque: las preguntas básicas ante cada uno de sus reportajes: ¿esto está bien o está mal? ¿Por qué ocurre esto? ¿Quién es responsable? En su reportaje sobre la precariedad laboral en una panificadora (pésimos salarios y condiciones de seguridad e higiene, etc.) no centra su foco en dichas condiciones en sí, si no en el proceso que empuja a que éstas ocurran: y es la fuerte presión económica que ejercen los supermercados minoristas de descuento a sus proveedores y la propia avaricia de ambos. O sea, ante cada investigación, primero se tratan los dilemas éticos, la propia moral. Y la primera respuesta es obvia en este caso: ¡Es el capitalismo, estúpido! Pero ante la obviedad hay preguntas básicas: ¿No es supuestamente Alemania la locomotora de Europa que brinda los mejores servicios y productos del mundo al tiempo que da buena calidad de vida a sus habitantes?

sábado, 17 de noviembre de 2012

Lloriqueo en el Festival de la Luz



Apuntes adolescentes sobre el Festival de la Luz (en el Centro Cultural Recoleta)


Hace una semanita o dos andaba por Recoleta y me fui a ver las muestras de fotos que había en el marco del Festival de la Luz. De las 14 o 15 muestras que vi poco me llamó la atención o emocionó. Se destacaba alguna que otra foto de Marcos López, las mismas composiciones que bien se le conocen: ninguna me impactó especialmente; unas 50 o más fotos de parejas de clases medias y/o bajas ucranianas o rusas en sus camas al amanecer, todas embarazadas, que producían algo de extrañeza, mas nada de ternura o inquietud o algún sentimiento que pueda describir más allá de la curiosidad por tan laborioso trabajo.

En la salas principales estaban, como corresponde, las muestras más interesantes. Una de fotos de gran tamaño de paisajes de aquí y allá. Algunas eran lindas. No recuerdo ni el nombre de los autores: estaban en la sala al lado de la Cronopios. En la del otro lado había una muestra documental sobre el bloqueo y asalto a Leningrado por los alemanes durante la segunda guerra mundial. Me pareció interesante que el guión propuesto fuera tan del estilo Hollywood. Algunas fotos son impactantes, pero está todo absolutamente estilizado en un manera que los rusos parezcan victimas sufridas que responden al opresor con una altura moral inigualable, heroica, sublime. Una película de guerra, de propaganda, al mejor estilo yanqui, acompañada por una música épica que nos retrotrae a las películas de ese género. Curioso.

sábado, 10 de noviembre de 2012

¿Era Necesario?



  Un Millón de Moscas no pueden estar Equivocadas; Retrospectiva de Damien Hirst en el Tate Modern


A mí me encanta que me hagan sentir incómoda. Me gusta que me insulten en la cara y que no me den permiso por la calle. Pero lo que hace Damien Hirst va más allá de mis expectativas de urbana malhumorada.
         Ante todo, vemos materiales de diferentes series (Natural History, Pahrmacy, para nombrar algunas) lo cual nos deja imaginando que el factor unificante es el nombre del artista y nada más. Y seguido de esa reflexión, se nos presenta un largo camino hacia la incomodidad de sentirse atascadamente y orgánicamente humanos.
         Las primeras vitrinas, de acrílico inmenso, muestran peces inmóviles, como congelados en plástico. ¡Qué bueno que son peces! Porque como ya dijo Kurt Cobain: “It’s OK to eat fish, ‘cos they don’t have any feelings.” Así que también debe estar OK matarlos para hacer una instalación. Pero veo más vitrinas, con un tiburón. Y me asusta un poco. Pero, bueno, es un pez, es malo; si estuviera vivo, me comería. Bah, algo habrá hecho. En la próxima sala, veo una vaca. Un poco pequeña. Claro, qué pena. (¿Pero si la ves en una parrilla te da tanta pena?) Ehhh, bueno, no sé. Sigo avanzando porque estoy en Londres y esta tarde va a ser hermosa, y esta noche tengo una fiesta, y hace calor, y estoy de vacaciones, ¡Está cortada por la mitad! ¡En diferentes vitrinas! ¡Longitudinalmente! Y su supuesta madre también. Al lado. Trago saliva y paso por entre las dos mitades. Identifico órganos internos. Inmediatamente lo transporto a nuestro propio cuerpo. Huyo de la sala con algo de angustia.

jueves, 1 de noviembre de 2012

Epifanía sobre el sexo y el amor




Elogio de la sensatez: sobre Intervenciones de Michel Houellebecq



Una vez más, la verdad revelada no es más que una certeza que se olvida cada día con el devenir de la vida cotidiana.
Anoche leí Intervenciones de Michel Houellebecq. Me gusta tanto Houellebecq que se escribir su nombre perfectamente sin equivocarme. Había leído todas sus novelas, pero nada de su pensamiento crítico, su ensayística, su epistolario, sus reportajes (no pienso leer su obra poética).
Nada hasta anoche.
El libro trata sobre sus obsesiones habituales: la vejez, la religión, la biogenética, los cagatintas, el estúpido mundo de las industrias creativas y el arte, pero para no andar con vueltas y describir lo está en el libro -y que tan bien expresa mi querido Michel-, diré que tuve, una vez más, leyendo al maestro, la epifanía sobre la disociación entre el amor y el sexo. O sea sobre dios. Y una vez más, aun sin éxito en mi mundo privado, me pregunto: ¿Si tengo tan claro que el amor y el sexo están disociados,  por qué insisto en tratar de unirlos en una misma persona?

Si no leíste Macbeth, abstenete de esta experiencia.




Macbeth- Versión irreconciliable de Javier Daulte en el Teatro General San Martín.

         ¿Por qué siguen versionando a Shakespeare? En el Globe Theatre, en London, todavía se hacen puestas en escena con los trajes originales, y casi sin escenografía, para que toda la acción sea sostenida por el lenguaje florido de los versos del bardo. Pero, de ser ese el caso,  el lenguaje se modula con claridad y se condice con toda la puesta en escena.
         Pero, como hay que civilizar a la brutalidad de las pampas, se trae a Shakespeare y se lo adapta con deficiencias. En la versión de Daulte en el Teatro San Martín, el traspié inicial es la contradicción de los términos arcaicos tozudamente retenidos con la escenografía post- industrial sacada de algún suburbio de Manchester, que tal vez pueda ser distanciadamente relacionada con Escocia. Y eso que no quise objetar de entrada los “adelantos” tecnológicos que se usaron para hacer la obra más moderna. Lo voy a hacer más adelante.

Vive rápido, muere joven y deja una obra ininteligible.



En su momento fue transgresor; ahora me aburro. 

Apuntes sobre  ¡Que Viva la Música! de Andrés Caicedo.




            Andrés Caicedo sita su novela en un vaivén insano de términos indiferentes para un lector que no sea Colombiano. Y a una velocidad que merece el paladeo de cada una de estas lisérgicas construcciones verbales (taponar el llanto, himno de los pepos, cejón y dientón). La curiosidad puede más que el prejuicio y se sigue leyendo.
Lo que resulta chillón contra el fondo uniforme y pegajoso del clima caribeño son las faltas de ortografía para emular la oralidad (los quiero ver zapatiar), las imperdonables asimilaciones del inglés al castellano (el mancito era de mi estatura, bluyines), y la insostenible aparición de diminutivos innecesarios (calzoncitos, su gotica, y allí, ellita) La justificación de semejantes transgresiones puede darse en el hecho de que la narradora es un claro símbolo hibridado entre la música Colombiana tradicional y Between the Buttons entre otros discos de los Rolling Stones. Las citas de letras icónicas se ven envilecidas por un castellano vernacular. ¡Ah! La narradora. ¿Había necesidad de crear una pacata inocentona niña bien de Colombia para que experimente con drogas alucinógenas cuando todo lo que se necesitaba era un drogadicto protagonista? ¿Hacía falta, especialmente si tal narradora jamás llega a la esencia misma de la música que escuchan y crean sus adorados cofrades? Soy de la opinión de que el mero autor habría constituido un narrador más creíble. Que un autor aficionado a las drogas de diseño nos presente su novela por medio de una primera persona principiante que se asoma por casualidad al universo de la psicodelia musical termina por limitar y subestimar al lector.