Macbeth- Versión irreconciliable de Javier Daulte en
el Teatro General San Martín.
¿Por qué siguen versionando a
Shakespeare? En el Globe Theatre, en London, todavía se hacen puestas en escena
con los trajes originales, y casi sin escenografía, para que toda la acción sea
sostenida por el lenguaje florido de los versos del bardo. Pero, de ser ese el
caso, el lenguaje se modula con claridad
y se condice con toda la puesta en escena.
Pero, como hay que civilizar a la
brutalidad de las pampas, se trae a Shakespeare y se lo adapta con
deficiencias. En la versión de Daulte en el Teatro San Martín, el traspié
inicial es la contradicción de los términos arcaicos tozudamente retenidos con
la escenografía post- industrial sacada de algún suburbio de Manchester, que
tal vez pueda ser distanciadamente relacionada con Escocia. Y eso que no quise
objetar de entrada los “adelantos” tecnológicos que se usaron para hacer la
obra más moderna. Lo voy a hacer más adelante.
La obra abre con las tres brujas. Se
respetó el texto a rajatabla, algo que me dio placer hasta que escuché la
pronunciación de algunos títulos y lugares y tuve mis dudas. Las tres brujas,
trashy, como prostitutas punks, hacen una coreografía simplona que le debe
mucho a Thriller. En seguida entran
todos los miembros de la corte de Duncan. Parecen un grupo de mafiosos. Todos
celebran haber vencido al rey de Noruega, enfundados en trajes y en camperas de
cuero, como es el caso de Malcolm y Donalbain. La objeción más poderosa que
tengo en contra del lenguaje usado es que al conservar los arcaísmos
(chambelanes, almenas) y la pronunciación antojadiza de algunos términos
(Glamis= Glams o Thane de Cawdor) llevan al espectador que no está
familiarizado con la obra a perderse, a no comprender las profecías de las
brujas, y a no entender el lazo entre los borcegos punks de Macbeth (Alberto
Ajaka) y su imposibilidad de decir Amen después de haber matado a Duncan. Los
escoceses habrán sido católicos; no así los mafiosos de este submundo urbano. También
el problema de los nombres lleva al público a mezclarse personajes, ya que
desde un actor que no sabe inglés Macdaf, Flians, Dancan, se pronuncian todos
mal, con vocales abiertas. Nadie puede tomar en serio las proezas de semejantes
nombres.
Algunos parlamentos se respetaron
minuciosamente y hasta merecen ser elevados del resto de la obra. Lady Macbeth
(Mónica Antonópulos), con sus memorables “unsex me here!” evocó pasión por la
ambición y esa retorcida lógica maternal que propone de manera excepcional.
Pero, el otro soliloquio que yo esperaba, con mi copia de Macbeth en la mano, era el de “a tale told by a fool, full of sound and
fury”. ¿Y saben qué? Le dieron un micrófono a Macbeth. ¡Un micrófono! ¡Por dios!
Lo mismo hicieron en la visión que
tiene Macbeth con las brujas de la línea de sucesión de Banquo. Todos los miembros de baile moderno- por lo
tanto no califica de baile- se iban pasando el micrófono para extenderle las
profecías a Macbeth. Me hizo acordar a un acto del colegio en donde niños
escolares esbozan palabras muy grandilocuentes para ellos ante un micrófono
manejado por una maestra. No se entendió el temor que siente el monarca
chaquetudo de que le arrebaten el trono. Y eso era esencial para ver por qué
tiene que matarlos a todos. Encima, el cuerpo de baile zombie lindaba con la
parodia.
¿Quién se lleva la obra? : Macduff
(Luciano Cáceres). La mejor vocalización.
Las versiones de Shakespeare, a UK, con
pocos trajes, con recursos mínimos y la palabra bien modulada como medida de
rigor; y si no, anímense a cambiar el
libreto. Y que se banquen la furia del bardo. Un monarca desesperado entra en
pánico en cada acto y lo único que tiene para defenderse son palabras que le
quedan grandes. Eso sí, la música techno industrial ayuda a que la experiencia
sea ensordecedoramente confusa. Menos mal que hay programas, así la gente sabe
de qué se trata la obra.
Hartobia,
Buenos Aires, Octubre
2012
PS: ¿Qué pensará de
esto Jorge Dubatti?
PS2: ¿No es curioso
que el malo de Graduados sea el bueno de
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