Sobre el Arte y la Belleza en la Avenida Santa Fe
El jueves pasado me ocurrió lo que me suele
ocurrir una vez cada dos o tres años: fui a la inauguración de una muestra de
fotografía 25 horas más tarde de lo indicado. Siempre llego una hora después de
lo previsto ya que me cansé de ser el primero en los eventos; ahora, esto de llegar
exactamente un día y una hora después es de la más absoluta torpeza
cognoscitiva. Anoté viernes en lugar de jueves en mi libreta. En fin, un
verdadero opa.
De todos modos, a pesar que la galería en cuestión
estaba cerrada y no pude ver la obra de mi amiga CGL, pude ver las muestras de
17 galerías emergentes e incluso participar de tres inauguraciones a las que no
fui invitado. Te cuento: el arte expuesto en las galerías de la galería El
Liceo no modificó mi vida en lo más mínimo: no disfruté de alguna forma de
deleite estético, ni se apoderaron de mi mente agudas reflexiones sesudas o
aleccionadoras, ni me horroricé ante la banalidad del arte contemporáneo, y al
fin, en definitiva, nada de nada me transformó en un ser distinto, superior o
inferior.Aunque esto no es del todo cierto.
Siendo un poco más honesto, podría decir que
las cervezas premium gratis y las chicas hermosas que pululaban en este centro
de concentración de chicos y chicas ricas subvencionadas por la tradicional
clase alta y media alta argentina, o sea, por sus papis, me embriagaron de
belleza y reflexiones, no muy agudas éstas, para ser sinceros. Seamos justos:
tomarse una cerveza gratis y ver pasar chicas hermosas y jóvenes una tarde de
primavera puede ser encantador.
En un marco de colores vivos, música moderna y
festiva y una saludable tensión erótica todo transcurre apacible, sin
sobresaltos. Uno charla con uno y otra de banalidades diversas y todo ocurre,
carente de ansiedad: porque si hay algo que está claro es que estos jóvenes
tienen por seguro algo: un futuro sosegado y sin contratiempos económicos, la
tranquilidad del mañana compuesto, certero. La vida en la Recoleta puede ser
apacible.
Siendo más sinceros aun, en un par de
galerías había un par de obras con un par de conceptos, no muy originales ni
muy profundos pero realizados con corrección técnica. Y en otras dos había dos
o tres o cuatro obras que quedarían perfectamente bien colgadas en alguna casa
(no sé si en la mía). En fin, que las obras daban charla, lo sé: cumplían
perfecto su rol social.
Pero había quedado con un amiga para ir a
cenar a San Telmo a un “coqueto restaurante de cinco mesas al mejor estilo neoyorquino
especializado en comida de bodegón inglés regenteado por una encantadora pareja
gay” que resultó ser “un pub inglés entrado en decadencia que servía un curries
exóticos”, o sea hindúes, muy bien hechos –todo muy rico, ocho puntos.
Entonces salí caminando a las ocho de la
noche por la Avenida Santa Fe en busca de un colectivo que me depositara en la
casa de mi amiga y : la sorpresa: la aceras repletas de mujeres hermosas. Uno
se olvida a veces la concentración de mujeres hermosas que hay en las zonas
ricas de todo el mundo, y la Avenida Santa Fe no es la excepción. Es
interesante el tabú que existe sobre este tema: la corrección política dice que
en la actualidad la belleza es una cuestión subjetiva y personal pero basta
caminar por la Avenida Santa Fe para suscribir la perfecta realidad: a los que
nos bombardearon los medios masivos de comunicación desde chiquitos con el
modelo de belleza occidental nos encanta caminar por la Avenida Santa Fe.
Lo realmente curioso es la rara forma que ha
tomado la belleza en esta zona: a estos cuerpos esbeltos y hermosos se le suman
dos cualidades bastante interesante: un lenguaje corporal delicado, meticuloso
e idiota y una gestualidad francamente de subnormal. Es curioso ver como el
modelo de belleza occidental se ha transformado en el siglo XX en una serie de clichés
estéticos, simbólicos y gestuales repleto de gestos vacíos e idiotas: si no
pregúntenle a Don Draper, el macho alfa de la serie Mad Men, por qué siempre se
casa con la más linda e idiota del pueblo. En la cuarta temporada de esta serie
lloré, lloré por el mundo en que vivimos: por los valores que triunfaron. Si la
teoría de evolución de Darwin está en lo cierto, la cultura del siglo XX ha
hecho que triunfe un nuevo modelo de ser humano: el más apto es hermoso, idiota
y egoísta –y con una gran capacidad para sodomizar a sus congéneres sin culpas.
En fin, un cultor del capitalismo más rampante y simplón. Si no, fíjense en
algunos lideres que responden a este criterio: Bush, Obama, Condoleezza Rice,
Menem, Pampita: hermosos, idiotas, egoístas, con cara de picaros subnormales.
¿Seguirá evolucionando la gestualidad y
facciones de lo seres humanos hasta convertirlas en las de un completo
subnormal?
Rusky
Buenos Aires, 25 de noviembre de 2012
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