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sábado, 17 de noviembre de 2012

Lloriqueo en el Festival de la Luz



Apuntes adolescentes sobre el Festival de la Luz (en el Centro Cultural Recoleta)


Hace una semanita o dos andaba por Recoleta y me fui a ver las muestras de fotos que había en el marco del Festival de la Luz. De las 14 o 15 muestras que vi poco me llamó la atención o emocionó. Se destacaba alguna que otra foto de Marcos López, las mismas composiciones que bien se le conocen: ninguna me impactó especialmente; unas 50 o más fotos de parejas de clases medias y/o bajas ucranianas o rusas en sus camas al amanecer, todas embarazadas, que producían algo de extrañeza, mas nada de ternura o inquietud o algún sentimiento que pueda describir más allá de la curiosidad por tan laborioso trabajo.

En la salas principales estaban, como corresponde, las muestras más interesantes. Una de fotos de gran tamaño de paisajes de aquí y allá. Algunas eran lindas. No recuerdo ni el nombre de los autores: estaban en la sala al lado de la Cronopios. En la del otro lado había una muestra documental sobre el bloqueo y asalto a Leningrado por los alemanes durante la segunda guerra mundial. Me pareció interesante que el guión propuesto fuera tan del estilo Hollywood. Algunas fotos son impactantes, pero está todo absolutamente estilizado en un manera que los rusos parezcan victimas sufridas que responden al opresor con una altura moral inigualable, heroica, sublime. Una película de guerra, de propaganda, al mejor estilo yanqui, acompañada por una música épica que nos retrotrae a las películas de ese género. Curioso.


En la Cronopios había una muestra de Sara Facio. Aunque no soy muy cultor del género “Retratos de Famosos” puedo bien darme cuenta de que las fotos son muy buenas, algunas encantadoras. Pero en un momento, siendo ya la última muestra que recorría –siempre prefiero dejar estas salas principales para el final, ya que sus exposiciones suelen ser definitivamente mejores que en las otras, por lo que prefiero recorrer las otras del mejor humor posible y sin puntos de comparación que me puedan predisponer mal o peor que de costumbre- una foto me agarró con la guardia baja y me emocionó al punto de lloriquear de la emoción. Era una foto intervenida a mano con colores muy lindos y calidos de María Elena Walsh que mira a cámara absolutamente enamorada. Veo la foto y es el amor. El amor en estado puro. El amor de María Elena y Sara.  Y emociona, y lagrimeo. Emocionante. En esa maraña de información excesiva y variopinta una foto de las industrias culturales logró emocionarme. Últimamente me pasa bastante. Debe ser la edad.

Amigo Adorno, esta última semana me pasó con varias propuestas de las industrias culturales, a saber. Una noche de sábado a la noche en la que tengo el raro privilegio de quedarme en casa y descansar escuchando música en un momento pongo un disco de Neil Young y una canción me arranca unas lágrimas. Como no sé exactamente qué estoy escuchando me arrimo a la computadora y veo que es la tercera del disco: Just Singing a Song. Ya dije: emocionante. Por otro lado, Neil siempre me lleva a hacer la misma pregunta: ¿Por qué otros cultores modernos del género de rock guitarrero más actuales no me emocionan tanto? Me lo pregunto por Jack White y todas sus encarnaciones, o The Black Keys, por ejemplo, que no suelen emocionarme ¿Soy un viejo choto? Puede ser, pero recuerdo que la otra canción que me hizo lagrimear esta semana es The Suburbs de Arcade Fire, que a pesar que la escucho todas las semanas, me hace lloriquear como un niño. Como un niño que recuerda, melancólico, la vida en el barrio, los sueños que se fueron.

Otros artefactos culturales que me hicieron llorar, una vez más, fueron un par de películas o tres. Paris Texas, de Win Wenders. Si no llorás con ésta, no tenés corazón. Pero también lloré con dos chinas (de Hong Kong): A World Without Thieves con Andy Lau sobre dos ladrones, el amor, la redención, la inocencia perdida en el marco de China camino hacia el capitalismo más salvaje: emocionante; y Triad Election del prolíficamente demente de Johnny To: no te la puedo contar por que te la arruinaría, pero si no te ponés a llorar cuando la película va concluyendo, no tenés corazón. Si te bancás el cine hiperviolento, si te bancas que te cuenten el casi final, si querés, te cuento la escena.

Pero la película que realmente me hizo llorar esta semana es Antes del atardecer de Richard Linklater. Siempre vi juntas Antes del Amanecer y Antes del Atardecer en video, en casa, una atrás de otra. Las vi cinco veces. Antes del Atardecer cuenta la historia de una pareja que disfruta un encuentro azaroso, amoroso, romántico en Viena y Antes del Amanecer el encuentro de ellos mismos nueve años después. Sé que fueron cinco porque dos veces la vi de novio (o algo parecido) y tres solo (llorando como un loco en todas). Lo cierto es que vistas así son dos películas para ver solo. Si la vas a ver con una chica con la cual pretendés que surja el afecto o el deseo, deberías ver solamente Antes del Amanecer, tan romántica, tan idealista. Pero si ves las dos juntas más vale estar solo, ya que vas a llorar, y es por el amor que no existe (o que parece no existir). ¿Qué otra cosa se puede esperar de la protagonista, una chica que es tan neurótica que no puede vivir sola y no puede armar una pareja depositando toda la culpa de ello en una situación romántica y azarosa del pasado? ¿Y qué se puede esperar de él, del protagonista, que también deposita todo su nihilismo (fundacional) en ese encuentro mágico e irreal del pasado refugiándose en un matrimonio de lo más rampante, hijo incluido? La película puede ser muy filosófica, muy cursi o muy pelotuda según los ojos que se mire. Relájese amigo de clase media intelectual, Relájese amiga de clase media intelectual: dejarse llevar por el mundo ideal; construir un mundo perfecto con toda la bestial violencia de signos que nos rodean no es fácil: comprá pañuelos de tela y llorá, que puede hacer bien. 

Aunque no lloré, también me emocionaron dos cuentos de Haroldo Conti. Creo que nunca he llorado con un libro. Suena raro pero es así. Tengo más chance de llorar con el partido despedida de Martín Palermo o con su cara de felicidad después de clasificar a la Selección Argentina al mundial de Alemania con un gol imposible que con un libro, pero esto creo que es otro tema para otro día.
De todas formas.Se consiguen libros baratos de Haroldo en la Avenida Corrientes. ¿Qué pasa que todavía no lo leíste?  También me emociona ver jugar al tenis a Federer: el partido con Del Potro fue increíble. Pero creo que este es otro tema. 


Te dejo la letra, sencillita, de Neil Young. Buscate la canción. Dejate llevar.


Just Singing A Song Won't Change The World

You can play my guitar
See it where it'll go
Send this song
To a distant star
While the rhythm explodes
Just singing a song
Won't change the world

You can drive my car
Feel how it rolls
Feel a new energy
As it quietly rolls
Just singing a song
Won't change the world

Just singing a song                                          
Won't change the world
Just singing a song
Won't change the world

You can sing about change
Well
You're making your own
You can be
What you're trying to say
On a big wheel road
Just singing a song
Won' change the world

You could play my guitar
Go where it goes
Send this song
To a distant star
While the rhythm explodes
Just singing the song
Won't change the world

Rusky
Martes 21 de agosto de 2012

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